La espina del ayer mi pecho llena,
peso me da, más peso y más fatiga,
tu rencor penetró como la ortiga
cubriendo de escozor pena tras pena.
Arrascaste en mi valle la azucena
robándome cebada de la espiga,
quisiste ser rechazo y enemiga
quitándome corales de la arena.
Qué negra se quedó la verde oliva,
sin aceite el perfume del espliego
qué lejana tu voz y qué agresiva.
No debe abandonar jamás el fuego
quien quiera mantener la llama viva.
Sólo tengo cenizas de tu juego.
Antonio Pastor Gaitero