Un poema vestido de lunas y desnudo de besos, donde el mar es refugio de entrega y sus manos pétalos en mi boca. Del libro «Tan sólo por la luz la sombra existe»
Fotografía de Charo Gómez
Siento tus altas torres en mi pecho
palpitar con su néctar paralelo.
Átame a ti, regálame ese instante,
son pétalos tus manos en mi boca
y tus labios la luz del laberinto
y yo juego a perderme en tus caderas,
en el hermoso valle de tu espalda,
en el miedo de tus acantilados.
Átame a ti, tus brazos me sostienen
al borde del abismo donde habito,
tu inmensa luna en dos abre mis noches,
me sumerjo en la suma de tus labios
donde mi mar enlaza con tu playa
en la profundidad del universo.
Ovíllate desnuda, que mis manos
ávidas de placer y de lujuria,
deshilarán tu sueño subterráneo,
subirán por tus piernas de azucena
acariciando estigmas de amaranto.
Sólo de tus vestidos, la sonrisa.
Sólo de tus palabras, los suspiros.
Entrégame la sed de tu deseo,
el vino de tu boca cortesana,
yo beberé de ti porque me embriago
con la sal de tu piel y de tu aroma.
Hasta de mí me olvido por tu entrega.
Me oculto entre tu pulso tembloroso
donde la vida guarda sus latidos
y navego en tu barca silenciosa.
Desde popa diviso el horizonte.
A toda vela entrando en la bahía.
Qué descanso en la cumbre de tus lunas,
en la luz del candil de tu recinto.