Era Canillejas el lugar perfecto para crecer jugando, en el verano la tarde se hacía eterna y la noche después de la cena era reunión de cuentos o relatos de miedo.
Las calles sin asfaltar eran del barro campos de juegos, «el inque» «el gua» «la raya, «el tejo»»el boni»… Cerca estaba la plaza de Cupido, la plaza del cine Alaska, de sesión continua, donde veíamos las películas dos veces, allí jugábamos al fútbol, al pañuelo, al tú la llevas, al rescate, a la comba, a la gallinita ciega, a la una andaba la mula y entre otros, al tú besarás al que te guste más, a este juego me apuntaba siempre.
Vuelvo al barrio, a la plaza que fue «Mora de Rubielos» ahora Plaza de la Villa de Canillejas, donde durante muchos años defendí un negocio familiar llamado «Tejidos El Carmen» hasta la jubilación.
Entre cliente y cliente hacia tiempo para cantar canciones y así entre otras hice «Antonio el retalitos».
Soy Antonio el retalitos,
vendo telas en la plaza,
bambula para el vestido
y seda para las faldas,
para la blusa batista,
la ropa interior de organza,
sábanas para tu lecho
de fino algodón de Holanda,
para el camisón percal,
raso para la almohada.
El rojo de la pasión,
el verde de la esperanza,
para el azul de tus ojos
te vendo el azul del agua.
El rosa de la ternura,
el amarillo del alba
el blanco de la pureza,
el negro de la elegancia.
A tu pelo recogido
cintas azules y blancas,
para tu pecho moreno
collares de fina plata,
y para tu pelo suelto
una diadema de nácar,
para tu cuerpo desnudo
nada, nada, nada, nada,
soy Antonio el retalitos
vendo telas en la plaza.
Ahora llevo la palabra vestida de poemas, zurcidos los versos con la esperanza presente, bordando melodías y abrazos, y presento mi tercer libro de poemas «La respuesta del espejo» en «La sidrería el Llagar » el día 22 de marzo a las 20:30 horas en La Plaza de la Villa de Canillejas.
El cine Alaska en Canillejas. ¡Qué bueno!. Yo vivía en el barrio «las Musas’ (entonces no se llamaba así), enfrente del cuartel de automovilismo e íbamos al cine, gratis con unos tikets de fidelización que los daba el tendero de ultramarinos por compras acumulasas de 100 pesetas. Recuerdo haber visto allí «Drácula’. ¡Qué jóvenes y qué bien lo pasábamos.
Madre mía! Yo vivía en Canillejas y te recuerdo perfectamente en la tienda de telas porque era a la que íbamos siempre y que estaba junto a una tienda de flores en la plaza. Aún utilizo sábanas y dos mantelerías compradas allí. Qué nostalgia! Y veo que además cantabas…
eres una gran poeta que le gusta rememorar …saludos de nel cardo desde colombia…te seguire leyendo amigo,porque eres bueno.