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Me recuerda también las despedidas,
cuando el tren se alejó sin estaciones
y mi hermano marchó sin equipaje
sin apenas cruzar el horizonte
que en los inviernos la tristeza deja
y a mi madre vistió de negra noche.
Y un marzo que apuntaba primaveras,
un nuevo tren pasó sin avisarme
y se llevó los lazos del futuro
desatando los llantos de la ausencia,
y yo quedé tan huérfano de andenes
que tengo marzo vivo en la memoria.
Un ábaco de historia me recuerda
los cuentos de mi abuela entre candiles
al abrigo, al rescoldo del brasero
o a la luz de la noche en el estío.
Un ábaco de historia me recuerda
la paz apaciguada de mi padre,
su aflamencada voz enmudecida,
que escasas veces elevaba en canto
y en raras ocasiones escuchaba;
su eterna compañía que aún nos sigue.
A mi madre en su trajín sumando
esfuerzos, para todos vigilante,
un ábaco de aromas me recuerda
el olor de la luna en el verano,
y el olor de la llama en los candiles,
y el olor del gazpacho y de las migas,
y el del jarabe si la tos me daba.
Antonio Pastor Gaitero
Fragmento del libro «La respuesta del espejo»