Te busco en los pasillos del recuerdo
donde dejaste el juego, las sonrisas
con tu serena voz y tu apacible
mira de horizontes de luz llena.
Abro las puertas que el pasado cierra
y te forjo presente en mis abrazos
y te beso las manos que me dieron
las voces que en los libros guardan ecos.
Dumas hizo a Dantés clamar venganza,
Hugo robar el pan al miserable,
Dickens colmó de amor sus desamores.
El eco del salón ángulo oscuro
de golondrinas que en sus rimas Bécquer
los nidos nos colgó de la memoria.
De Lope escucho el eco del soneto.
Viajé a la luna, al mar, con Julio Verne,
al Madrid de Baroja en trilogía,
a las cañas y al barro en la albufera
de la huerta de Blasco en la barraca.
Te convoco a leer ahora conmigo
los prohibidos autores que buscabas
nervioso los domingos por el Rastro
librando del olvido sus palabras.
Tú llevabas humilde los ahorros
que cambiabas por libros imposibles
y yo aprendí a leer por tus esfuerzos
viviendo la historias de sus páginas.
Hermano, te convoco a la lectura
desde el ayer y el hoy encadenados,
con el aroma que la historia guarda
en todos esos libros prisioneros.
Nos huele a nieve crimen y castigo,
se derrama el incienso y Quasimodo
Nuestra Señora de París asciende
y eleva su alma noble al campanario.
Te acerco a los azules de la orilla
de sucesivas olas y de espumas
donde descansa el mar, donde la arena
reclama el pentagrama de las noches,
donde la playa escribe melodías
si pasean contigo mis recuerdos
y de nuevo la aurora nos regresa
a ese mundo de libros compartidos.
Te convoco de nuevo porque el llanto
dejo de ser caudal en la tormenta
y ahora es de besos sed y de luceros
que buscan en los libros tu escritura.
Te nombro en los pasillos del recuerdo
y en los silencios del olvido estallo,
te renombro y te grito y te revivo
porque te quiero hermano sin distancia.
Poema del libro «Tan sólo por la luz la sombra existe»