Sé que no debería
dejar en este escrito reflejado
el dolor de cabeza que me oprime,
y unas manos sujetas a mi espalda
me empujan a la orilla de este verso.
Y no debo, lo sé, no es necesario
añadir más fatiga al desencanto,
tú, que me lees ahora y lo compartes
no precisas la pena que me ahoga.
¿Pero cómo me alivio si me oprime
la incomprensión que acude a mi cabeza?
Para sedar lo escribo, porque estalla
un zumbido de avispas en mis sienes.
Es momento de bálsamos y amparos
y no de insultos ciegos y de inquinas.
A las adivinanzas pasajeras
volveré cuando la noche advierta
que debo de seguir en la odisea
de cultivar palabras en la ayuda.
Antonio Pastor Gaitero