Todo el tiempo musical de Antonio Pastor Gaitero está lleno de acentos con la intensidad que un día prendió su actividad de hombre. Qué es un hombre. A veces uno se asoma al mundo, al pequeño mundo donde caben a lo sumo unas palabras para redimir la nada. Y ve cómo crece, en la noche de Madrid, la condición más humana de un cantor donde la sensibilidad poética tiene también su sitio. Compromiso: sonó altiva la voz contra el maltrato de la mujer, y dolorosamente dulce al recordar a la compañera Cristina Cocca, de adiós reciente. Todos los nombres son más sonoros en la guitarra de Antonio. Y todos los sucesos dejan de ser aparentes y tocan tierra al salir de los atisbos en la voz de Antonio. Eh aquí un hombre que sabe descifrar la vocación de los afluentes que quieren ser ríos, y de la revolución de los arrabales reclamando rosas en el sitio de un matorral. Intimidad: hurgó en su memoria nocturna y encontró este poema al que un día yo abrí las puertas con mi firma que dejó de ser mudez o hueca soledad de soledades. Aquella hija del medio siglo que pudo ser hoy retrato de un coral de juventud y se quedó en un misterio para las advertencias de un poeta archiviejo, imprudente, y con los ayeres agujereados de desmemoria.
Es un ejemplo de que Antonio Pastor Gaitero es mucho más que un murmullo alado. Una lámpara que jamás se apaga.
Recién salida del horno esta canción que estrenaré el día 27 de octubre, en la sala Jazzville– C/ Jesús Aprendiz 19. Poema del libro «Con nombre propio»
D6 F#m
No esperes a que asfalten el camino
Em A7 D6
ni a que alumbren la senda y la señalen con líneas fluorescentes
Em A7
ni temas al recodo,
D6 F#m
ni temas a las ramas si en otoño
B7 Em
brazos parecen que atraparte ansían
G
no esperes a la aurora
F#m
para iniciar el paso
Em A#7 A7
hasta el motivo que incesante te nombra,
G Fm Em A7
ni temas cuando el viento desordene las hojas de los árboles
F# Bm
y un silbido prolongue un eco largo
Em A7
que te obligue a mirar atrás con miedo,
D6 F#m B7 Em
En ese esfuerzo que prolonga el paso la meta está esperando.
G F#m Em A7
El paso decisivo es el primero en todos los caminos que te esperan.
F# Bm E A
No olvides colocar en la mochila toda la dignidad que al ser define,
F# Bm Em A7 D6
honradez y respeto y tolerancia, y así será la meta merecida.
Me lleva a la lectura el calor del verano, y el frío del invierno a los libros me lleva, todas las estaciones del año con sus trenes me abrigan y acarician, y el poema surge y me proteje, y busco en él su ritmo y sus canciones. Estoy leyendo ahora «El frío de los días» de Rodolfo Serrano, (Viejos tangos encontrados en una maleta) y me entretengo en el poema «NADA IMPORTA» y leo y vuelvo a leer, y leo cantando:
En “El musical acento de tu nombre” Antonio Pastor Gaitero moldea la poesía con la sabiduría tradicional de la costumbre, no tiene que recurrir a garabatos o geografías de liturgias exóticas, porque todo lo que escribe forma parte de su mundo, de nuestro mundo, del mismo mundo que es el mundo de todos, por eso resulta tan reconocible.
En este libro – como en toda su poesía – Antonio Pastor Gaitero cultiva una lírica amplia, variada, y cuantiosa que da vueltas en torno al poeta con una emoción sostenida siempre y con una oferta de retales carísimos, pero que él regala con una espontaneidad expresiva de tal calibre que nos parece estar escrita para cada uno de nosotros.
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El soneto: cuando Quevedo terminó su “Amor constante más allá de la muerte” con ese polvo enamorado (supongo que aquí y a estas horas podré decir polvo sin que me eche alguna. Porque me refiero, como Quevedo, al pulvis eris et in pulveren reverteris, es decir el gorigori, a la muerte) entonces yo aposté: después de leer el mejor soneto de amor de la historia, que no más sonetos.
Pero llegó García Lorca con sus “Sonetos del amor oscuro” y sobre todo apareció Miguel Hernández y tuve que recular y desdecirme. Y si me permitís un barbarismo, despensarme.
Y ahora llega Antonio Pastor Gaitero y vuelvo a creer en el soneto.
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Y también pienso en Antonio Pastor Gaitero, maestro de las tres dimensiones de un mismo sentimiento. Mientras cantaba Antonio, mimando la guitarra como si fuese una novia, a mí el corazón me hacía una jugarreta muy extraña: me acordaba un poquito del vigoroso desmayo de los cantautores argentinos que se fueron marchando llevándose el nombre de Atahualpa, Cafrune, Cabral y otros así. Probablemente sea una boludez de mi oído de esparto, qué se yo, porque uno no manda en lo que oye aunque otro diga lo que dice. Estuvo serratiano, tierno, sarcástico, hondo, epigramático, nostálgico, alegre, parlanchín, silencioso y hasta se permitió el lujo de mentirse a sí mismo diciendo que le llaman el triste de Coslada. Amos, anda, Antonio. Antonio Pastor Gaitero pasó por la noche de Madrid y nos dejó otro libro – La respuesta del espejo- y un incendio.
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Antonio Pastor Gaitero, CON NOMBRE PROPIO, es el labrador de más aire que con la saquita llena sobre el hombro y la cadera izquierda, va lanzando puñados de simiente con la otra mano para que cada grano caiga en su sitio que es el valle y no el cerro. Todo de modo natural, todo de modo magistral. Porque el mejor poeta no es el que protagoniza más estruendos sino el que nos hace temblar. Su paso es seguro, su memoria poética y musical, tan febril como inagotable. Y no hay miedo de perderse.
También la mar está llena de miles de barcos y los conoce. Sabe de dónde vienen y a donde van. Incluso si el destino de alguno es naufragar y quedarse. Sepan ustedes que están ante uno de los libros más emocionantes que he leído desde que me di al vicio. Así que hagan como yo: lean, escuchen y disfruten del mejor hablador de la música.
Es poeta, pero no es poeta al uso. Y es cantautor, es decir, que tampoco es un músico al uso. Si somos rigurosos, Antonio Pastor Gaitero es un trovador, un poeta que ostenta el don de la poesía, de la versificación de la vida y lo transmite con la música para amplificar la carga emocional de su mensaje. En este libro de Lastura, Con nombre propio, ejerce su maestría en el arte del verso con modos libres y clásicos; y es especialmente amigo del cautivador arte del soneto, al que encumbró en su predilección cuando publicó el libro Sonetos de amor y otras ausencias. Antes y ahora, Antonio Pastor se ejercita en la trova, en la composición poética que podría ser cantada para divulgar su enjundioso contenido, lo que confiere a su poética un rasgo musical muy marcado y, podríamos decir, celebrado por emocionante; esto no se podría expresar mejor que como lo hizo el escritor extremeño Víctor Chamorro, que hace tan poco nos ha dejado, en una ocasión: (…) Y tus poemas, además adquieren una inefable tercera dimensión cuando los cantas con tu rostro de ATahualpa. Y entonces tu voz, de tantos registros solemnes, se cuela en los territorios más íntimos llevando azúcar y pomada.
Al fin, detalla una relación de poemas, entre otros, dedicados a personas concretas que comparten su afección y dedicación a la poesía. Son poemas que no caen en el panegírico. Puede parecer extraño, en un mundo como el nuestro, donde la envidia, el rencor y el egoísmo empañan las relaciones interpersonales, sobre todo cuando éstas se desarrollan dentro de un círculo de interés común, que un poeta escriba poemas sobre sus compañeros de fatigas, ensalzando todo lo positivo que en ellos admira o siente. Sólo si se conoce su caudal humano, determinaremos que no es extraño en él, sino natural; de hecho, no en uno, sino en varios de sus anteriores títulos de poesía, ejercita esta peculiaridad del poema dedicado. María Givernau, autora del prólogo de este libro, le define con dos palabras: alegría y generosidad. Porque él es una persona comprometida con la amistad y con la emoción que ésta genera y ha querido trasladar al verbo escrito lo que tantos sabemos de su propia voz. Integrar el sentir sobre amigos o personas a las que se admira y se respeta es algo que Antonio Pastor hace con el sentido artístico de la eternidad, de la perpetuación de su propio sentimiento sobre esas personas. Esto me recuerda lo que escribió Miguel de Unamuno en la mítica revista vasca Hermes, a propósito de un número extraordinario dedicado a Zuloaga, sobre cómo la literatura o la pintura ensalzan y se ocupan de personas. Se pregunta Unamuno con qué intención se hace esto y se responde: No otra (intención) que una intención artística, no otra que eternizar lo momentáneo, no otra que la de que desde fuera del tiempo, desde la eternidad, nos mire con sus ojos a los ojos de un hombre, criatura del hombre, y os liberte del tiempo y de sus ingratitudes.
Con nombre propio escribo este momento y me acerco a tu espalda si me alejo, de silencio me visto y me protejo y de versos me labro y me cimento.
Y, así, con esta sucesión de poemas, el autor quiere contribuir a la perdurabilidad de las virtudes de sus compañeros de viaje, al igual que las de otros a los que sólo ha conocido con al lectura, como Machado o Celaya. En un mundo donde la vanidad, que con sus vacuos resortes conduce, a veces, a la soberbia, y la falsedad son políticamente correctas, el autor afronta sus poemas con la honestidad de su verdad y no para hacer inflama del halago fácil en lo mundano, tan limítrofe al Vanidad de vanidades, todo es vanidad, del Eclesiatés.
Los amigos son uno en ese lazo indivisible que el amor procura, son uno en la distancia y en la aurora y en ese mar azul de la palabra.
Estos poemas que hablan sobre personas concretas a las que la lectura nos acerca a través de sus aptitudes y actitudes, están salpicados de citas en cursiva de los mismos. Son como pequeños cordones umbilicales que se agradecen y se combinan con el mensaje que nos facilita el autor. Esta dosis extrema de generosidad Antonio Pastor la salpica con otros poemas, poemas que seguramente están también dedicados, pero en los que el autor se reserva la dedicatoria. Es por eso, que el lector tiene la sensación de que no hablan de uno sino de todos los personajes que protagonizan el libro porque afrontan los temas que más transfieren a lo poético como la amistad, el amor o el tiempo. Y quizás, a través de ellos, de los «no dedicados», se tiene la sensación de que el autor desea ejercer su derecho a la memoria y a la rememoración de sus circunstancias cuando éstas han sido las personas que han entrado en su vida. Así, su poética conmueve porque apunta directamente al sentimiento, sin rodeos estilísticos o apuntes surreales.
Los árboles de otoño permanecen erguidos, solitarios, no acompañan al niño en la mirada cuando duerme.
Y, con ese goteo de poemas, adereza este libro de lírica especial. Especial porque su estilo poético es muy personal y, seguramente, irremediablemente marcado por su calidad de cantautor. Aunque utiliza la rima clásica, es amante del verso blanco que cultiva con efusión endecasílaba. Es Alfredo Piquer quien, en el prólogo de Tan solo por la luz la sombra existe, hace una disección certera sobre la poética de Antonio: … ejerce un cierto eclecticismo de raíz contemporánea en la utilización de la rima de manera optativa y sin establecer (…) delimita con precisión uno de los terrenos más veraces e identificables en poesía, como es el ritmo prosódico y la regularidad en la frecuencia de las tónicas.
Es difícil separar al poeta del músico porque ambos surgieron probablemente casi al mismo tiempo, en compañía, y eso marca definitivamente todo lo que escribe y todo lo que canta. Porque lo primero discurre con ritmo y lo segundo decanta poesía. Quizás, por eso, a modo de trova, escribe lo que en un futuro pueda ser cantado, con el deseo de testimoniar y con la ambición de evitar ese color sepia del olvido.
Parece que me oculto si amor canto cuando la muerte acecha y despiadada crece y la guerra crece y se alimenta
y nadie encuentra solución al llanto. ¿A dónde va mi voz enamorada? Si escribir al amor no me sustenta.
Laura Gómez Recas
Antonio Pastor Gaitero ha publicado los libros de poesía Sonetos de amor y otras ausencias, (2013), Tan sólo por la luz la sombra existe (2015), La respuesta del espejo (2016) y El musical acento de tu nombre (2018), todos ellos en Lastura Ediciones. Además, ha editado dos libros de literatura infantil.
Musicaliza buena parte de sus textos, ya que su vida se desenvuelve entre la poesía y la canción, aspectos que cultiva y divulga en su página antoniopastorcantautor.com
El día 19 de mayo de 2022 en la sala Jazzville cantaré canciones de poetas amigos y entre ellas, algunas del libro «Con nombre propio» y mi chotis «Con un mantón bordado de claveles» y para conocimiento del respetable que lo es, planto la letra de la canción isofacto, osease, más pronto que tarde, abur
El viernes 8 de abril de 2022 en Madrid, en la biblioteca «Eugenio Trías» (Taller de ideas) presento el libro «Con nombre propio» publicado por «Lastura ediciones» en la compañía de María Guivernau, poeta, Lidia López Miguel, editora, y presentado por Valentín Martín, escritor.
…por una poesía en la que fondo y forma se confundieran como el calor y el fuego del que sale, como el agua y el hielo que la aprisionan. Víctor Chamorro