Recién salida del horno esta canción que estrenaré el día 27 de octubre, en la sala Jazzville– C/ Jesús Aprendiz 19. Poema del libro «Con nombre propio»
D6 F#m
No esperes a que asfalten el camino
Em A7 D6
ni a que alumbren la senda y la señalen con líneas fluorescentes
Em A7
ni temas al recodo,
D6 F#m
ni temas a las ramas si en otoño
B7 Em
brazos parecen que atraparte ansían
G
no esperes a la aurora
F#m
para iniciar el paso
Em A#7 A7
hasta el motivo que incesante te nombra,
G Fm Em A7
ni temas cuando el viento desordene las hojas de los árboles
F# Bm
y un silbido prolongue un eco largo
Em A7
que te obligue a mirar atrás con miedo,
D6 F#m B7 Em
En ese esfuerzo que prolonga el paso la meta está esperando.
G F#m Em A7
El paso decisivo es el primero en todos los caminos que te esperan.
F# Bm E A
No olvides colocar en la mochila toda la dignidad que al ser define,
F# Bm Em A7 D6
honradez y respeto y tolerancia, y así será la meta merecida.
Me lleva a la lectura el calor del verano, y el frío del invierno a los libros me lleva, todas las estaciones del año con sus trenes me abrigan y acarician, y el poema surge y me proteje, y busco en él su ritmo y sus canciones. Estoy leyendo ahora «El frío de los días» de Rodolfo Serrano, (Viejos tangos encontrados en una maleta) y me entretengo en el poema «NADA IMPORTA» y leo y vuelvo a leer, y leo cantando:
Es poeta, pero no es poeta al uso. Y es cantautor, es decir, que tampoco es un músico al uso. Si somos rigurosos, Antonio Pastor Gaitero es un trovador, un poeta que ostenta el don de la poesía, de la versificación de la vida y lo transmite con la música para amplificar la carga emocional de su mensaje. En este libro de Lastura, Con nombre propio, ejerce su maestría en el arte del verso con modos libres y clásicos; y es especialmente amigo del cautivador arte del soneto, al que encumbró en su predilección cuando publicó el libro Sonetos de amor y otras ausencias. Antes y ahora, Antonio Pastor se ejercita en la trova, en la composición poética que podría ser cantada para divulgar su enjundioso contenido, lo que confiere a su poética un rasgo musical muy marcado y, podríamos decir, celebrado por emocionante; esto no se podría expresar mejor que como lo hizo el escritor extremeño Víctor Chamorro, que hace tan poco nos ha dejado, en una ocasión: (…) Y tus poemas, además adquieren una inefable tercera dimensión cuando los cantas con tu rostro de ATahualpa. Y entonces tu voz, de tantos registros solemnes, se cuela en los territorios más íntimos llevando azúcar y pomada.
Al fin, detalla una relación de poemas, entre otros, dedicados a personas concretas que comparten su afección y dedicación a la poesía. Son poemas que no caen en el panegírico. Puede parecer extraño, en un mundo como el nuestro, donde la envidia, el rencor y el egoísmo empañan las relaciones interpersonales, sobre todo cuando éstas se desarrollan dentro de un círculo de interés común, que un poeta escriba poemas sobre sus compañeros de fatigas, ensalzando todo lo positivo que en ellos admira o siente. Sólo si se conoce su caudal humano, determinaremos que no es extraño en él, sino natural; de hecho, no en uno, sino en varios de sus anteriores títulos de poesía, ejercita esta peculiaridad del poema dedicado. María Givernau, autora del prólogo de este libro, le define con dos palabras: alegría y generosidad. Porque él es una persona comprometida con la amistad y con la emoción que ésta genera y ha querido trasladar al verbo escrito lo que tantos sabemos de su propia voz. Integrar el sentir sobre amigos o personas a las que se admira y se respeta es algo que Antonio Pastor hace con el sentido artístico de la eternidad, de la perpetuación de su propio sentimiento sobre esas personas. Esto me recuerda lo que escribió Miguel de Unamuno en la mítica revista vasca Hermes, a propósito de un número extraordinario dedicado a Zuloaga, sobre cómo la literatura o la pintura ensalzan y se ocupan de personas. Se pregunta Unamuno con qué intención se hace esto y se responde: No otra (intención) que una intención artística, no otra que eternizar lo momentáneo, no otra que la de que desde fuera del tiempo, desde la eternidad, nos mire con sus ojos a los ojos de un hombre, criatura del hombre, y os liberte del tiempo y de sus ingratitudes.
Con nombre propio escribo este momento y me acerco a tu espalda si me alejo, de silencio me visto y me protejo y de versos me labro y me cimento.
Y, así, con esta sucesión de poemas, el autor quiere contribuir a la perdurabilidad de las virtudes de sus compañeros de viaje, al igual que las de otros a los que sólo ha conocido con al lectura, como Machado o Celaya. En un mundo donde la vanidad, que con sus vacuos resortes conduce, a veces, a la soberbia, y la falsedad son políticamente correctas, el autor afronta sus poemas con la honestidad de su verdad y no para hacer inflama del halago fácil en lo mundano, tan limítrofe al Vanidad de vanidades, todo es vanidad, del Eclesiatés.
Los amigos son uno en ese lazo indivisible que el amor procura, son uno en la distancia y en la aurora y en ese mar azul de la palabra.
Estos poemas que hablan sobre personas concretas a las que la lectura nos acerca a través de sus aptitudes y actitudes, están salpicados de citas en cursiva de los mismos. Son como pequeños cordones umbilicales que se agradecen y se combinan con el mensaje que nos facilita el autor. Esta dosis extrema de generosidad Antonio Pastor la salpica con otros poemas, poemas que seguramente están también dedicados, pero en los que el autor se reserva la dedicatoria. Es por eso, que el lector tiene la sensación de que no hablan de uno sino de todos los personajes que protagonizan el libro porque afrontan los temas que más transfieren a lo poético como la amistad, el amor o el tiempo. Y quizás, a través de ellos, de los «no dedicados», se tiene la sensación de que el autor desea ejercer su derecho a la memoria y a la rememoración de sus circunstancias cuando éstas han sido las personas que han entrado en su vida. Así, su poética conmueve porque apunta directamente al sentimiento, sin rodeos estilísticos o apuntes surreales.
Los árboles de otoño permanecen erguidos, solitarios, no acompañan al niño en la mirada cuando duerme.
Y, con ese goteo de poemas, adereza este libro de lírica especial. Especial porque su estilo poético es muy personal y, seguramente, irremediablemente marcado por su calidad de cantautor. Aunque utiliza la rima clásica, es amante del verso blanco que cultiva con efusión endecasílaba. Es Alfredo Piquer quien, en el prólogo de Tan solo por la luz la sombra existe, hace una disección certera sobre la poética de Antonio: … ejerce un cierto eclecticismo de raíz contemporánea en la utilización de la rima de manera optativa y sin establecer (…) delimita con precisión uno de los terrenos más veraces e identificables en poesía, como es el ritmo prosódico y la regularidad en la frecuencia de las tónicas.
Es difícil separar al poeta del músico porque ambos surgieron probablemente casi al mismo tiempo, en compañía, y eso marca definitivamente todo lo que escribe y todo lo que canta. Porque lo primero discurre con ritmo y lo segundo decanta poesía. Quizás, por eso, a modo de trova, escribe lo que en un futuro pueda ser cantado, con el deseo de testimoniar y con la ambición de evitar ese color sepia del olvido.
Parece que me oculto si amor canto cuando la muerte acecha y despiadada crece y la guerra crece y se alimenta
y nadie encuentra solución al llanto. ¿A dónde va mi voz enamorada? Si escribir al amor no me sustenta.
Laura Gómez Recas
Antonio Pastor Gaitero ha publicado los libros de poesía Sonetos de amor y otras ausencias, (2013), Tan sólo por la luz la sombra existe (2015), La respuesta del espejo (2016) y El musical acento de tu nombre (2018), todos ellos en Lastura Ediciones. Además, ha editado dos libros de literatura infantil.
Musicaliza buena parte de sus textos, ya que su vida se desenvuelve entre la poesía y la canción, aspectos que cultiva y divulga en su página antoniopastorcantautor.com
La tarde de luz se vencía en los cristales de las nubes, amenazaba lluvia, apenas unas gotas cayeron al asfalto, y lento el atardecer seguía su curso hacia las sombras, el sol se hizo dueño de unas horas.
El la caseta 150 de la Feria del libro de Madrid, estaba colocándose para su presentación el libro «Con nombre propio» publicado por «Lastura ediciones».
Eolo dispersaba seguro en su paciencia unos nubarrones grises de acuarelas.
En mis manos el libro, y lo levanto, abro sus hojas y en ellas me entretengo, y leo para mí en un susurro: «Tú sabes que te nombro cuando escribo…/ sabes que estás en el acento eternode un adiós que espera tu regreso/ que la esperanza de sentir tus labios en el fondo delsueño permanece…
Vinieron a verme amigos que alegraron la tarde y firmé con la ilusión de un niño con sus primeros juguetes, este libro de poemas que os dedico.