Nos señala una luz cuando atardece,
simula que nos separa o se interpone,
y nos envuelve de sol y nos acerca.
Deja huella en un cielo que acaricia
la paz, en el adiós de su reposo.
Poemas, canciones, libros, conciertos y eventos del poeta y cantautor Antonio Pastor Gaitero.
Nos señala una luz cuando atardece,
simula que nos separa o se interpone,
y nos envuelve de sol y nos acerca.
Deja huella en un cielo que acaricia
la paz, en el adiós de su reposo.
Abril de 2020
Se prende el tiempo en la madera ajada,
en la puerta se agrietan las astillas
y el óxido envejece cerraduras,
almagra la pintura repetida
y se nubla el barniz, y en la mirilla
se refleja una luz amordazada,
ya no se escucha el canto de las llaves
en su trajín diario de apertura
en su ritmo de acostumbrados golpes.
Elijo la ventana para salir corriendo,
para alcanzar la luz entre cristales,
para subirme al árbol que diviso
de verdes ramas, florecidos brotes.
Y soy la puerta abierta que te espera
con manos agrietadas, pelo cano,
nublados ojos, brazos imprudentes,
con desatada luz en mi recinto.
Toma las llaves de mi casa ahora
las ventanas reflejan certidumbre.
Antonio Pastor Gaitero
Fotografía de Charo Gómez
No es una enfermedad y es contagiosa,
y te cambia la cara en un instante,
es necesaria dicen, e importante
aunque a veces es grito y es llorosa.
Unas veces tranquila, otras, nerviosa,
no hay ninguno de ella que se aguante,
a veces sin cantar nos pega el cante,
y descubres que es falsa, si es forzosa.
Se introduce y te agacha y te retuerce,
y te cuesta parar y te sonroja,
por mucho que no quieras siempre ejerce
su fuerza sobre ti, nunca se enoja,
no hay nada que la venza, que la fuerce,
y unas veces es fuerte y otras floja.
Antonio Pastor Gaitero
Poema adivinanza del libro publicado por «Editorial Juglar»
«Adivinanzas, el libro olvidado y otros cuentos»
Sé que no debería
dejar en este escrito reflejado
el dolor de cabeza que me oprime,
y unas manos sujetas a mi espalda
me empujan a la orilla de este verso.
Y no debo, lo sé, no es necesario
añadir más fatiga al desencanto,
tú, que me lees ahora y lo compartes
no precisas la pena que me ahoga.
¿Pero cómo me alivio si me oprime
la incomprensión que acude a mi cabeza?
Para sedar lo escribo, porque estalla
un zumbido de avispas en mis sienes.
Es momento de bálsamos y amparos
y no de insultos ciegos y de inquinas.
A las adivinanzas pasajeras
volveré cuando la noche advierta
que debo de seguir en la odisea
de cultivar palabras en la ayuda.
Antonio Pastor Gaitero
Es un mar que aparece a nuestro paso
y en el suelo de asfalto se serena,
al desnivel en tierra si no drena
se mantiene relleno, como en vaso
que piso y piso y salto y lo traspaso,
es un mar pequeñito y un espejo,
mis barcos de papel en su agua dejo,
unas veces los salto y no me mojo,
otras rompo el espejo y me remojo
y con botas de goma me protejo.
Y la primera letra es consonante,
de nuestro abecedario la tercera,
la segunda es callada y verdadera,
la tercera es vocal y va delante,
dos consonantes más y tiro el guante,
una letra cerrada finaliza,
dos sílabas contiene y vocaliza
la palabra encerrada en la escritura,
porque sé de tu esfuerzo en la lectura
a tu mente el acierto se desliza.
Antonio Pastor Gaitero
Fotografía del libro «Adivinanzas, el libro olvidado y otros cuentos» Cirodelia (Adobe Stock) publicado por Editorial Juglar – de Antonio Pastor Gaitero
Los pies anclados en tierra, a tus espaldas el mar y tu mirada alegre en la sonrisa, firme, segura retando al viento, llevabas el timón y el salvavidas en tu actitud valiente, marinera de azules y de lunas.
Estás sola en la arena y no te sientes sola, la soledad no existe en tu diadema.
Hoy todo nos acerca al mar, porque te pienso en él y entre sus olas te nombro y te requiero a cada instante, sé que te acompañan los azules que tu mirar provoca, el mar que te nombra, el verso que te canta, la luna que te sigue.
Sembramos momentos que nos acompañarán siempre, unos se mantienen erguidos porque el abrazo perdura en la distancia, otros se desvanecen porque es más fuerte el beso que el nudo que los ata. Es la causa de convivir a pecho descubierto.
Sembramos en la sequía y en las lluvias de abril nuestras semillas de vida y esperanza y regamos con experiencias el bancal que nos protege. Ahora es tiempo de recoger el fruto. Seguimos sembrando vida.
Y brindo por tenerte entre mis brazos para decirte a cada instante que te quiero.
Mantienes la fuerza y la firmeza al paso del tiempo en tu creciente luna.
Felicidades Rocío, cuando la felicidad es mía por tenerte cerca.
Antonio Pastor Gaitero
Fotografía de Rocío Pastor Eugenio- WOMANWORD
Marzo y abril 2020
No llama a la puerta y pasa, y deshace
la vida sin aviso, y se aleja
buscando otras ventanas
en su incesante búsqueda la muerte.
Y marzo nos distancia primaveras
cuando brota la vida en el paisaje.
Un frío nos penetra y nos separa
y es silencio el adiós sin despedida.
Y la muerte es silencio y abandono
si del último beso nos aíslan.
Asoma la tristeza en el retiro
cuando el claustro impaciente desespera.
El adiós es un brindis que proclamo
por tenerte presente en el recuerdo.
En esta despedida serás aire
siendo el humo de ayer la última imagen
que en las nubes de azul te perpetúan.
Antonio Pastor Gaitero
Adivinanza
Al abrirlo, una sábana
se extiende por mis manos
como una nube blanca,
de pájaros repleta
con extendidas alas,
la alas son acentos,
los pájaros palabras.
Si se cierra descansan
en nieve las palabras
y las palabras duermen
en camas numeradas.
Si se abre descubres
el nombre de las plantas,
los nombres de los ríos,
el origen del agua,
una historia que empieza,
otra historia que acaba.
Si se cierra se juntan
las hojas y se callan
las voces de los ecos
que cuentan las batallas.
No sabrás si se cierra
si hay estrellas al alba.
Libro cuando lo abro
del papel las palabras.
Antonio Pastor Gaitero
Está contento,
salta por los sofás, las sillas,
se refugia y observa entre las plantas,
corre y patina en el parquet, me mira,
le persigo y me escondo en los rincones,
se acerca sigiloso,
le alcanzo y le sujeto,
le cojo en brazos,
y bailamos un vals por la cocina,
él está sorprendido,
se alegra de tenerme siempre en casa.
No entiende del refugio en cuarentena,
él la soporta en su vivir diario.
Pellejito me sigue a todas partes
se encarama a mis hombros
y allí se queda el tiempo que prefiere.
Mientras escribo me respeta,
quieto se queda en el estudio,
se asoma a la ventana mientras canto,
y pensará quizás mientras me escucha
-que suerte tiene aquél cuando pasea
en silencio, y sólo piensa en sus cosas.
¿Cuándo se irá a comprar el Antoñito ?
¿Y cuándo dejará la guitarrita?
Y a su pesar me sigue y me acompaña.
Antonio Pastor Gaitero
Vuelvo con nuevos poemas y nuevas canciones. Vuelvo al escenario mágico de La Fídula, en el barrio de las letras de Madrid, en la Calle de las Huertas.
Cantaré entre otros poemas esta canción:
Sea toda enseñanza una pizarra,
para borrar, para escribir de nuevo,
para aclarar la historia de la piedra,
para borrar el daño,
para escribir un beso.
Pizarra sin castigos, sin mandatos,
sin profesor con regla.
Con canciones y cuentos
que alarguen las sonrisas de los niños,
para que crezcan sabios con el juego,
con tizas de colores, sin banderas,
con cuadernos en blanco
para escribir sin miedo,
y dibujar poemas
para crecer sin dueño.
Poema de Antonio Pastor Gaitero del libro infantil » Nuevas andanzas de Antoñito el orejas»
Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.
Miguel Hernández
Poema: Miguel Hernández
Música: Antonio Pastor Gaitero
Se han posado en el árbol de mi llanto
Hilario Martínez Nebreda
A Hilario Martínez Nebreda
Se han posado en el árbol de mi llanto
los pájaros audaces de tu risa,
la bondad de tu voz que amar precisa
para escapar feliz del desencanto.
Se han posado en mi pena y me levanto
tus pájaros de luz, cuando indecisa
grita mi voz tu nombre, y mi sonrisa
es mueca de dolor y camposanto.
Estarás en la voz que amar serena
donde el azul te espera en su cuaderno
y el sustantivo espera en la alhacena.
Serás alas de luz en el invierno
y tus versos serán una colmena
de sonrisas, de paz, de amor eterno.
Antonio Pastor Gaitero
Hilario cuando terminaba de recitar un poema miraba a su alrededor con una sonrisa cómplice, y uno a uno respondíamos con una sonrisa por abrazo, conocí a Hilario en la tertulia del Café de Oriente, en los inicios del año 2000, o en los finales de 1999, asiduos los dos al evento poético, fue su cordialidad lazo indispensable para el afecto, maestro de la amistad, era su presencia motivo de encuentro y aprendizaje. Fue necesario conocerte, te admiro y te quiero.
Dejo este poema de su libro «Heridas de piedra» publicado en la Antología del Café de Oriente «Hiriendo de la luz el mar helado»
Se han posado en el árbol de mi llanto
aves oscuras. Y asoma sombría
una manada de lobos que guía,
por escarpadas noches, un abanto.
¿No ves mi piel, morena de quebranto,
envite del estío…? Y me creía
girasol bajo el sol del mediodía
en un jardín, sombrero de amaranto.
Si te vas espantada al ver que lloro,
¿Dónde tu voz que sé que cuando llamas
me puebla de palomas como un coro?
Ángel de piedra, huésped de las ramas,
herido del relámpago sonoro
ven a guardar la luna entre las llamas.
HILARIO MARTÍNEZ NEBREDA
Se fue llenando la sala Galileo Galilei, la noche del 15 de diciembre de 2019 poco a poco, sin pausa, entre saludos y abrazos los asistentes ocupaban sus espacios y una atmósfera de amistad se manifestaba entre sonrisas. Daniel Hare despedía su exitoso disco DÍA D HORA H. Se apagaron las luces de la sala, el escenario se iluminó y sorpresa, Alicia Ramos con «Grutiful» inauguraba la noche, sus diálogos provocaban guiños de complicidad y su Rock and Roll el entusiasmo y el aplauso.
Daniel Hare apareció en el escenario, un unánime aplauso le recibió en un emocionado abrazo. Estuvo sincero y cálido en sus comentarios con el público, diría confidencial, fue desgranando sus canciones con una emoción contenida y compartida con todos, el clima de entusiasmo crecía a cada paso, la ternura se reflejaba en temas como «Llueve» «Quién tiene miedo» «No me hagas caso y vete»o «Sara» y un silencio recorría la sala cómplice de la ternura. Para júbilo y la participación de todos «Dios tenga piedad de los banqueros» O «Instrucciones para escribir la canción del verano». Reseñar la exquisita participación de la banda, precisa e implicada en cada tema con una maestría inigualable.
En conclusión, fue una noche mágica de emociones, cálida, donde la canción de autor reclama el pedestal que merece cuando la calidad acompaña.
A Daniel Hare
Apenas sé si por poder pudiera,
dejar en este verso reflejado
tu canto, de valores señalado,
tu abrazo, que en los besos se reitera.
Apenas sé aunque querer quisiera,
demostrar y dejar manifestado
la honradez de tu abrazo dilatado,
tu ejemplo de favor que nos libera.
Siempre en la ayuda estás, siempre presente,
ofreciendo sonrisas sin respiro,
solidario en un mundo indiferente.
Por ello y mucho más, Daniel, te admiro,
y por ser del dolor desobediente
en la verdad de tu amistad me miro.
Antonio Pastor Gaitero
Seré el cordón que frunza tu vestido,
la cinta en la jareta que capture
para ceñir en lazo a tu cintura
la luz de tus hermosas catedrales.
Las altas torres que mi beso ansían.
Las cumbres generosas del latido
serán abrigo que la noche guarda
en clara redondez de luna llena.
En las sábanas nuevas de tu lecho
crecerán amapolas entre espigas
y un aroma de sol será en tu espalda
el refugio del beso que te añora.
Seré el cordón que anude tus abrazos,
y el nudo que desate tu lujuria.
Antonio Pastor Gaitero
Poema del libro «El musical acento de tu nombre»
Fotografía de Rocío Pastor Eugenio
Adivinanza del libro «Antoñito el orejas», libro publicado por» Lastura Ediciones»
No ve la luz aquél que ver no quiere,
no ve la luz el que a mirar se niega,
quien no alcanza el final ni ve ni llega
a conocer el fin que al fin supere.
No ve la solución, desgana adquiere,
seguir hoja por hoja el libro ruega,
no me cierre en sus manos, si me pliega,
nunca sabrá si el desenlace hiere.
Puede ser de aventuras, color rosa,
o negra puede ser o corta o larga,
puede ligera ser, puede ser losa.
De miedo, amor, si aburre te aletarga
al inicio lo lees, se escribe en prosa,
romántica, y si es drama será amarga.
Antonio Pastor Gaitero
¿Qué fiera vive en mí que vivo y dejo
que el tiempo pase mudo por mi lado
y no me deje en huella reflejado
todo lo que acontece en el espejo?
¿Y qué animal seré si el llanto alejo
de mis ojos, si el grito desgarrado
no me turba, ni el hombre desolado?
¿A qué animal en actos me asemejo?
¿Al gavilán que vuela solitario?
¿Al astuto felino, pues razono?
¿A qué animal valoro, a cual denuesto?
¿Por qué me considero necesario,
si es más humana la expresión del mono,
si hasta el buitre es más hombre y más honesto.
Antonio Pastor Gaitero
Poema del libro «Sonetos de amor y otras ausencias» publicado por «Lastura ediciones»
Recitaré este poema y cantaré esta canción entre otros textos el viernes 25 de octubre en «La Fídula» en el barrio de las letras de Madrid, porque es un canto de amor en el sentido más amplio de la palabra.
F#m Em6 F#7 Bm
endebles al amor y a la soledad, pequeños,
y fuertes al orgullo y al egoísmo fuertes,
y seguimos creciendo ante la duda y el miedo,
F#m Em6 F#7 Bm
para vencer el miedo nos mentimos gritando
y escuchamos negando para vencer la duda,
Dm A
almacenamos ira perdiendo tolerancia,
Dm A
y nos regala el miedo a los dioses y a la noche
y así seguimos solos venciendo soledades
Entre el amanecer y la noche hay tantos pasos,
F#m Em6 F#7 Bm
tanto mar que sentir y tanta sal en las olas,
Dm A
tanta savia nutriendo raíz, flores y frutos,
tanta esperanza en sueños creciendo y en sonrisas
Dm A
tanto amor tanta entrega dormida en nuestros brazos
B E7
tantos besos que dar tanta música en los labios,
que alejamos la noche en cada creciente luna
F#m Em6 F#7 Bm
improvisando soles para inventar mañanas
E7 A
y seguimos creciendo y juntos seremos fuertes.
Antonio Pastor Gaitero
Diseño gráfico Miguel Martín Barragán
Pellejito y los gorriones
Era un verano caluroso, tanto que aconsejaban salir a la calle al atardecer, cuando se metía el sol, las personas tenían que beber mucha agua, sobre todo las personas mayores y las más pequeñas. A los animales los tenían que vigilar a menudo para darles comida y agua, y a las plantas y a los árboles, al amanecer y al anochecer las daban de beber para que no se marchitaran, regándolos. La tierra, seca, mantenía el calor del día anterior y al recibir el agua la absorbía en un segundo. El calor provocaba que el agua se fuera evaporando de los embalses, la sequía era cada vez más angustiosa, nadie esperaba que lloviera en los próximos meses, quizás alguna tormenta ayudara a combatir el sofocante calor de ese verano.
Se cerraron fuentes para controlar el consumo de agua.
Los gorriones acostumbrados a beber el agua de los riegos en los jardines y de las fuentes, se caían de los árboles sin fuerzas para mantenerse en ellos por culpa de la escasez del agua, y de la sed, que les provocaba deshidratación.
Los gurriatos eran los gorriones más jóvenes y más delicados. Una mañana en el jardín de casa encontré un gurriato que apenas se mantenía en pie.
Para que no se prendiera en sus plumas mi propio olor, (cuentan que si sus familiares no le reconocen porque su olor es diferente, le rechazan) restregué las palmas de mis manos en la tierra seca del jardín y le cogí acunándole en ellas, y le subí a casa.
Al entrar “Pellejito” (que es mi gato, al que llamo así porque no tiene pelo) saltaba para verle, llevé al gorrión a la cocina y en el fregadero le deposité abriendo el grifo del agua fría, un hilo de agua despertó al gurriato, Pellejito saltó al fregadero y le observaba curioso y quieto en posición de caza, ¡Quieto Pellejito! Le dije con autoridad, y en esa posición se mantuvo quieto largo tiempo.
De mis dedos dejaba caer las gotas de agua llevándolas hasta su pico entreabierto, poco a poco el gorrioncillo se fue despejando y yo mostraba mi alegría y le decía a mi gato, ¡Ves Pellejito! ¡Vive! ¡Vive! Le llevé al estudio y Pellejito me seguía saltando y dando vueltas a mi alrededor.
El estudio tiene orientación norte y no da el sol en todo el día, quizás un poco de madrugada, la ventana de doble cristalera nos deja entre ambas un hueco preciso para poner un cuenco con agua.
Vivimos en un segundo piso y las ventanas del estudio dan al jardín donde sospechaba que estaba su nido. Un piar continuo me indicaba que sus padres llamaban al gurriato.
Dejé cerradas las hojas de las ventanas por dentro para que Pellejito que mantenía su posición amenazadora, no pudiese hacer nada al gurriato, y por fuera para que el gorrioncillo no se cayera de nuevo. Subí la persiana del todo y una luz intensa envolvió el estudio. Sobre el alféizar coloqué migas de pan y de galletas y semillas de pipas de calabaza desmenuzadas. Dejamos al gorrión solo y nos alejamos al pasillo, tuve que coger a Pellejito en brazos porque no se quería separar del gorrión al que no perdía de vista.
Tardaron en aparecer los padres, pensé que no vendrían, pero un gorrión altivo con una mancha negra en el pecho y otro con una banda clara debajo de los ojos se posaron en el alféizar y piaban picoteando los cristales, el gurriato les llamaba, eran sus padres. Me acerqué y los padres se alejaron volando.
Abrí las hojas de las ventanas no sin antes haber dejado encerrado a Pellejito en el pasillo, el gorrioncillo ni se movía, dejé una de las hojas de fuera entreabierta lo justo para que entrara un poco de aire.
De nuevo me alejé, desde el pasillo con pellejito en mis hombros observábamos impacientes al gurriato.
Pellejito siempre que tiene oportunidad se sube a mis hombros y se queda en ellos como si fuera un loro, y así se quedó atento a la ventana.
Volvieron los gorriones al ver que no estábamos cerca y una conmovedora escena pude observar con alegría contenida. La madre y el padre traían en sus picos comida para darle, el pajarillo abría el pico mientras movía sus pequeñas alas con impaciencia, los padres comían el pan y las galletas y las pipas de calabaza que habíamos colocado en el poyete de la ventana, y bebían agua del cuenco.
Su mamá iba y venía en cortos vuelos de la ventana al árbol más cercano, mientras el padre seguía alimentando al gorrioncillo, me acerqué a la ventana y los padres se fueron presurosos, abrí un poco más la hoja exterior y me marché al pasillo con pellejito en los hombros, el gurriato piaba con insistencia y los padres le contestaban al momento. Acudieron a su llamada y le señalaban el camino a casa volando incansables de la ventana al Álamo blanco del jardín, de pronto el gurriato se acercó con sigilo al poyete y voló detrás de su mamá, y se posó no sin apuros en la rama más cercana.
¡Bien! ‘Bien! ¡Bien! Lo hemos conseguido Pellejito, y nos fuimos bailando por toda la casa ¡Bien! Jajajaja.
Pensé que no volveríamos a ver al gorrioncillo y una leve tristeza me invadió, pero era más fuerte la alegría de saber que estaba en su hábitat con su familia.
Todas las mañanas llevaba el cuenco con agua y las migas y las galletas y las pipas al poyete de la ventana del estudio.
Pasaron unos días y el gurriato no regresaba a la ventana, y una tarde apareció, y picoteando la comida, se quedó un buen rato con nosotros, Pellejito de un salto se subió a la mesa, y flexionando sus patas traseras alargó el cuello y miró fijamente al gorrioncillo, ¡Quieto! ¡Quieto! ¡Es nuestro amigo! Le dije. Acudieron también sus padres y los tres comían y bebían tan tranquilos cuando una enorme paloma se posó en el poyete queriendo picotear al gorrioncillo, sus padres se pusieron en medio y defendieron con fiereza al gurriato, los tres gorriones se marcharon volando al Álamo blanco, pero Pellejito enfadado saltó a los cristales y asustó a la paloma y la paloma se fue y al poco volvieron los gorriones y Pellejito, quieto les miraba curioso mientras comían.
Cuando la paloma volvía a la ventana Pellejito saltaba a los cristales y se ponía de pie para asustarla.
Una tarde abrí las contraventanas, hacía un calor insoportable, las crucé de modo que entreabiertas no pudiera Pellejito asomarse a la calle, ya que temía que se cayera, en ese instante llegó el gorrioncillo y se coló volando en el estudio y se posó encima de las teclas del piano, Pellejito estaba sentado en mis hombros y de un salto le persiguió por el teclado creando una música inaudible, el pajarito voló a un estante de libros que rozaba el techo, del estante a la ventana y de la ventana al Álamo blanco, Pellejito desde los cristales le seguía con la mirada.
¡Quieto Pellejito! Es nuestro amigo.
Dejé las ventanas como estaban y al día siguiente el gorrioncillo entró de nuevo en el estudio y descansó de nuevo en el teclado del piano, pellejito saltó a su lado, se recostó todo él y escondió sus manos en su pecho, los dos se miraban fijamente, el gorrioncillo elevó el vuelo y se posó en la espalda de Pellejito y así se quedaron largo rato, yo me contenía la risa para no estropear la escena.
Me fijé en el gorrioncillo y vi que una nube blanca se extendía debajo de sus ojos, su plumaje era claro y supe al instante que era una hembra muy elegante, de pronto voló a la ventana y de la ventana al Álamo blanco, Pellejito giró la cabeza para despedirla y dejó fija su mirada en los cristales, se quedó pensativo como piensan los gatos.
¡Ya sé Pellejito! Cómo llamarla, la vamos a llamar “Nita”, Pellejito me miró y un miau afirmativo sonó con melodía al tiempo que se levantaba pisando las teclas del piano.
Todas las tardes como un reloj a la misma hora Pellejito se asomaba a la ventana y esperaba a “Nita” con paciencia de gato, “Nita” volvía cada tarde a subirse a lomos de Pellejito.
Pero una tarde de septiembre Nita no acudió a su cita con Pellejito, el otoño llegó y los días de luz eran cada vez más cortos, llegó el invierno, el frío y la lluvia cubrieron el cielo de gris.
En febrero desde la ventana del estudio vi a los jardineros podar el Álamo blanco, se acercaron a la rama desde donde los gorriones volaban a la ventana del estudio, ¡No! ¡Quietos! ¡Esa rama no! ¡Por favor! ¡Esa rama no! ¡En esa rama descansan los gorriones que vienen a comer a mi ventana! Los jardineros me hicieron caso, se miraron entre si y sonriendo dejaron la rama sin podar.
En marzo los días son más largos, el tiempo llama a la primavera y el Álamo blanco cubría sus desnudos troncos de nuevas hojas verdes.
Apenas llovía, y volví a colocar el cuenco con agua, las migas de pan y de galleta, y las pipas desmenuzadas. Pellejito me seguía y se quedaba en la mesa del estudio mirando a la ventana.
Volví a colocar las hojas cruzadas, y sin perder las esperanzas miraba al árbol mientras escribía un cuento de” Antoñito el orejas”
Una tarde de abril, casi vencido el mes, apareció en el poyete de la ventana una mamá gorrión con dos gurriatos a comer en el poyete, la nube blanca debajo de sus ojos era inconfundible, ¡Es “Nita”, Grité! Pellejito los miraba curioso, le cogí en brazos ¡Pellejito! ¡Han venido! ¡Han venido! Le dije dando saltos de alegría, Nita no se asustó y siguió comiendo junto a sus gurriatos.
Abrí las hojas de las ventanas de par en par, Pellejito, se recostó en la mesa y escondió sus manos en su pecho y “Nita” voló a su costado y los gorrioncillos la siguieron y se posaron en los hombros de Pellejito, y Pellejito quieto, me miraba, y quise pensar que sonreía como sonríen los gatos.
Pertenece este relato-cuento al libro «Antoñito el orejas» publicado por «Lastura Ediciones»
Hoy canta en el compás de la espinela,
te llama en el acento de tu nombre,
y el personal acento del pronombre
vuela sobre la mar y sobrevuela,
sigue surcando el mar, busca tu estela.
Quiere llegar al puerto de tus manos,
al refugio solar de los veranos,
al abrigo nocturno del abrazo.
Música, nombre, verso, en ese lazo
que en semillas trasladen los vilanos.
Antonio Pastor Gaitero.
La tarde amenazaba lluvia, pero un cálido viento apenas hacía bailar las hojas de los árboles, crucé tranquilo el Paseo el Prado y encaminé mis pasos al barrio de las letras, en la Calle de las Huertas 57 me esperaba un escenario amigo, la luz tenue de la sala provocaba en mí, la inquietud nerviosa del directo. Afiné la guitarra para probar sonido y empecé recitando un poema del nuevo libro «Con nombre propio». El silencio que me acompañó durante todo el concierto lo recibí como un abrazo y canté mis poemas con la entrega sincera de un abrazo compartido.
Al finalizar el concierto sentí que me faltaba el abrazo de una despedida, es por eso que quiero volver a esta sala representativa de la canción de autor.
Estás hecha al olvido en esta tarde
que olvida el sol de mayo su existencia,
sería necesaria una tormenta
de besos indulgentes, de iniciales
sonrisas en el alba del espejo
para esperar al mar desde la orilla,
para esperar la flor en los inviernos,
cuantas piedras tiré al acantilado
ese mes de diciembre y despedida
cuando el atardecer del mar lloraba.
Quizás la luna en su creciente guarde
la virtud que define la paciencia,
se divide en sus ciclos, tiene en cuenta
la fuerza natural de los metales,
entre los desengaños me hice viejo,
mi acero se oxidó, se tornó arcilla,
ya no vendrá la luna para vernos
de la mano seguir su paso alado,
de mi orilla tu mar buscó la huida
mientras la luna a nueva se alejaba.
Antonio Pastor Gaitero
Poema del libro «La respuesta del espejo» publicado por «Lastura Ediciones»