La pelota ahuevada
En el barrio jugábamos al fútbol en la plaza del cine (la plaza del cine y la plaza de la iglesia eran las únicas que estaban asfaltadas). Fernando era el más alto y era también el único niño que tenía pelota, y él decía quien jugaba con ella y quien se quedaba sin jugar. Mi amigo “Rafaelito” era muy delgado y casi nunca contaban él, mi amiga Carmencita era muy guapa y valiente y era la primera que elegía Fernando para su equipo, yo era el portero, porque me tiraba al suelo aunque fuera de piedra y lo paraba casi todo. Fernando que era el mayor tenía diez años. Bajaba después de merendar y decidía a pies con Hilarita, que era la mayor de las chicas, quien elegía cada uno para su equipo.
A mí casi siempre me elegían de los primeros. Esa tarde nadie quiso elegir a mi amigo Rafaelito y mi amiga Carmencita dijo que si él no jugaba, ella tampoco. Me puse al lado de Carmencita y dije que yo tampoco jugaba, entonces a Fernando le dio por reír y dijo qué tontos, pues vale os quedáis sin jugar.
Nos fuimos al callejón del barro a jugar al “gua” (a las canicas) y se vino con nosotros Teresa que era muy alta, Pablo que jugaba muy bien al fútbol y mi hermana Carmina.
Rafaelito, Matilde, Carmencita y mi hermana Carmina, al poco se fueron a merendar y nos quedamos Pablo y yo jugando a las canicas. Hicimos una raya en la tierra para salir, primero teníamos que meter la bola en el agujero y luego golpear con nuestra bola la canica del contrario y seguidamente volver a meter la bola en el “gua”, así ganábamos una bola, Pablo tenía mucho tino, era el mejor, si yo alejaba la bola me daba y luego metía su bola en el “gua” aunque estuviera muy lejos, si por el contrario me acercaba al agujero, Pablo tiraba al “gua”, la metía y luego golpeaba la mía con precisión y otra vez me ganaba, se estaba haciendo de noche, apenas veíamos jugar y menos mal, porque ya no me quedaban bolas para seguir jugando, me arruchó, hasta mi bola preferida que era de cristal azul.
Llegó el día de mi cumpleaños y mi madre me llevo a una fábrica de pelotas de goma que había en el “Pitañal”, que era un barrio que estaba arriba del nuestro. Teníamos que atravesar para llegar a él, la era y el melonar, donde a veces íbamos a “coger” melones.
Me compro una pelota de goma que se la vendieron muy barata porque salió defectuosa, tenía un huevo. A mí no me gustó y lloré mucho. Mi madre me dijo, no te enfades y alégrate, tienes una pelota para jugar.
Yo no quería sacar mi pelota a la calle, me daba vergüenza y la escondí debajo de la cama.
Mi hermana Carmina se lo dijo a mi amiga Carmencita y las dos me convencieron para jugar en la plaza.
Fernando y todos los demás se rieron de mi pelota, que cuando botaba no sabíamos qué dirección iba a tomar y nos obligaba a correr detrás de ella cuando el huevo tocaba la calzada. Carmencita se reía como nunca y Rafaelito que era por cierto del Atlético de Madrid corría como un loco tras ella riéndose también. Para no correr tanto, dijimos que mejor nos la pasábamos de mano en mano haciendo un corro, pero cuando se nos caía, otra vez, todos corriendo detrás de la pelota, nos partíamos de risa.
Inventamos el rugby-fútbol, era súper divertido.
Fernando, Hilarita y todos los demás se acercaron y nos dijeron que si podían jugar con nosotros. Carmencita y mi hermana Carmina les dijeron que si, pero Rafaelito será quién elija a pies con Matilde los componentes de los dos equipos. Rafaelito ganó a pies y me eligió a mí el primero.
Me fui corriendo a mi casa, ¡Mamá¡ ¡Mamá! ¡Abre! Salió mi madre asustada, le di un beso y me fui corriendo a la plaza.
Cuando llegué estaban todos jugando y riendo con mi pelota.
Cuento del libro» Adivinanzas, el libro olvidado y otros cuentos»
