Se apagarán las luces de la sala, el escenario se apagará en silencio, se cerrará la puerta de la calle, el cierre gritará al bajar de nuevo su condena de sombras, La Fídula cierra. Siete años han sido suficientes para crear abrigo haciendo casa y sostener sonrisas en abrazos, y construir pilares de amistad y aprendizaje que durarán por siempre.
Gracias Daniela Riso por tu paciencia amiga, tu presente sonrisa y tu enseñanza, nada puede apagar las encendidas velas del recuerdo, tu luminosa paz y transparencia, nada puede apagar los ecos encendidos de las voces que ocuparon su espacio en tu escenario. Nada cerrará el círculo que protegiste donde la canción de autor habita.
Al abrirlo, una sábana
se extiende por mis manos
como una nube blanca,
de pájaros repleta
con extendidas alas,
la alas son acentos,
los pájaros palabras.
Si se cierra descansan
en nieve las palabras
y las palabras duermen
en camas numeradas.
Si se abre descubres
el nombre de las plantas,
los nombres de los ríos,
el origen del agua,
una historia que empieza,
otra historia que acaba.
Si se cierra se juntan
las hojas y se callan
las voces de los ecos
que cuentan las batallas.
No sabrás si se cierra
si hay estrellas al alba.
Libro cuando lo abro
del papel las palabras.
Seguimos con el juego de las adivinanzas en verso, para jugar con los más pequeños de la casa en esta situación de claustro obligatorio, para estar unidos en la distancia.
Vuelvo con nuevos poemas y nuevas canciones. Vuelvo al escenario mágico de La Fídula, en el barrio de las letras de Madrid, en la Calle de las Huertas.
Cantaré entre otros poemas esta canción:
Sea toda enseñanza una pizarra,
para borrar, para escribir de nuevo,
para aclarar la historia de la piedra,
para borrar el daño,
para escribir un beso.
Pizarra sin castigos, sin mandatos,
sin profesor con regla.
Con canciones y cuentos
que alarguen las sonrisas de los niños,
para que crezcan sabios con el juego,
con tizas de colores, sin banderas,
con cuadernos en blanco
para escribir sin miedo,
y dibujar poemas
para crecer sin dueño.
Poema de Antonio Pastor Gaitero del libro infantil ” Nuevas andanzas de Antoñito el orejas”
Poema del libro “Sonetos de amor y otras ausencias” publicado por “Lastura ediciones”
Recitaré este poema y cantaré esta canción entre otros textos el viernes 25 de octubre en “La Fídula” en el barrio de las letras de Madrid, porque es un canto de amor en el sentido más amplio de la palabra.
A A9 A C#7
Y crecemos a golpes y nos hacemos fuertes
F#m Em6 F#7 Bm
endebles al amor y a la soledad, pequeños,
E7 A
y fuertes al orgullo y al egoísmo fuertes,
A A9 C#7
y seguimos creciendo ante la duda y el miedo,
F#m Em6 F#7 Bm
para vencer el miedo nos mentimos gritando
E7 A
y escuchamos negando para vencer la duda,
Dm A
almacenamos ira perdiendo tolerancia,
B7 E7
el poder nos enseña a leer libros en blanco
Dm A
y nos regala el miedo a los dioses y a la noche
B B9 E
y así seguimos solos venciendo soledades
A C#7
Entre el amanecer y la noche hay tantos pasos,
F#m Em6 F#7 Bm
tanto mar que sentir y tanta sal en las olas,
Dm A
tanta savia nutriendo raíz, flores y frutos,
B MI7
tanta esperanza en sueños creciendo y en sonrisas
Dm A
tanto amor tanta entrega dormida en nuestros brazos
La tarde amenazaba lluvia, pero un cálido viento apenas hacía bailar las hojas de los árboles, crucé tranquilo el Paseo el Prado y encaminé mis pasos al barrio de las letras, en la Calle de las Huertas 57 me esperaba un escenario amigo, la luz tenue de la sala provocaba en mí, la inquietud nerviosa del directo. Afiné la guitarra para probar sonido y empecé recitando un poema del nuevo libro “Con nombre propio”. El silencio que me acompañó durante todo el concierto lo recibí como un abrazo y canté mis poemas con la entrega sincera de un abrazo compartido.
Al finalizar el concierto sentí que me faltaba el abrazo de una despedida, es por eso que quiero volver a esta sala representativa de la canción de autor.
Estás hecha al olvido en esta tarde
que olvida el sol de mayo su existencia,
sería necesaria una tormenta
de besos indulgentes, de iniciales
sonrisas en el alba del espejo
para esperar al mar desde la orilla,
para esperar la flor en los inviernos,
cuantas piedras tiré al acantilado
ese mes de diciembre y despedida
cuando el atardecer del mar lloraba.
Quizás la luna en su creciente guarde
la virtud que define la paciencia,
se divide en sus ciclos, tiene en cuenta
la fuerza natural de los metales,
entre los desengaños me hice viejo,
mi acero se oxidó, se tornó arcilla,
ya no vendrá la luna para vernos
de la mano seguir su paso alado,
de mi orilla tu mar buscó la huida
mientras la luna a nueva se alejaba.
Antonio Pastor Gaitero
Poema del libro “La respuesta del espejo” publicado por “Lastura Ediciones”
LLega el otoño y el membrillo llega, y llega la castaña , la nuez, la almendra, la avellana, la granada, la uva, y entre tantos y tantos frutos el membrillo elijo. Por su color de otoño y por su aroma y por el placer de cocinar su carne, elijo.
Finalizaba el año 2013, reuní unos poemas y presenté el proyecto a una joven editorial que apostaba por una linea de calidad que diera a su sello un prestigio de seriedad y cultura, ese libro hoy en la cuarta edición y prácticamente agotada es “Sonetos de amor y otra ausencias”, la editorial, Lastura Ediciones
Diseño de cartel Brandan Image
Fotografía de portada de Rocío Pastor Eugenio. WOMANWORD
Atención: Antonio Pastor Gaitero ha exterminado la retórica.
Esto se lee a la puerta donde viven los versos con el musical acento de su nombre. Esto se respira en el salón de los vientos que respiran sus páginas. Esto se lee en la alcoba que cobija a los vocablos más tiernos.
Porque este es un poemario de la libertad, de los besos, de la inmigración, de Madrí, de Madrí, de Madrí. De aquello que de vivirlo tanto, casi se pronuncia solo.
Pero sobre todo es un poemario donde los poetas, aprendices o doctorados, al leerlo ya saben que la poesía es más que la rima, bastante más que la métrica, mucho más que el ritmo. Que en él hay un seguro de vida, un contrato con el sentimiento, una pareja de hecho con los dulces vilanos, una herencia de los años 60 donde la poesía sedujo a un muchacho, una luz natural que alimenta al hombre que al día de hoy vivió tantos árboles.
Antonio Pastor Gaitero lleva siempre algo encendido en los dedos. Yo lo he visto. Y al verlo he escuchado que escribe futuros inacabados, cautividades de embelesos en un beso, el silencio de las dunas en la cama vacía del recuerdo, gritos de nombres que renombra en un verso, los errores, los caminos, los propósitos, los inviernos. Y el desierto.
Para cantar libremente este cántico hay que haber vivido antes mucho.
Y Antonio Pastor Gaitero sobrevivió a las prohibiciones compañeras de sus dos lenguajes, vive puro la fidelidad precisa de sus antaños, nombra a los objetos impenetrables con la sensualidad de la naturaleza más sensible, interroga a los misterios que ya sabe, suya es la sencilla poligamia con las pasiones. Nos vence.
Porque todo lo que escribe existe.
Nunca vi los baúles de Antonio. Pero estoy convencido de que están llenos de campanas, de rayos, de cortejos. Y que no hallaré en ellos el frío de un solo adiós que no sea un hasta luego.
“El musical acento de tu nombre” es un manojo de expresiones literarias muy cercanas al lector, como lo fue siempre la poesía tradicional. O eso me parece a mí, que lo leo como vivo con el regocijo quieto de la pequeña sucesión de los días.
No estoy diciendo que estemos ante un libro domesticado, hasta ahí podíamos llegar. Lo que atisbo es que este poemario tan consonante con la poesía popular (la poesía popular puede ser la más culta también), metida en la misma entraña de la lengua, está sosteniendo lo que aún queda vivo. No hay en él una sola moda escrita para dar gusto. Aquí no encontrarás una muchachita transformada en arrabal, con el pie agrio y hermana de las húmedas piedras.
La condición humana de Antonio Pastor Gaitero pone de manifiesto que esta poesía queda también cerca del lector o del oyente con la sencillez y la espontaneidad de la expresión. Y estas no se logran de una manera inconsciente sino a través de una poética al alcance de muy pocos, pero que aparece siempre en la larga carrera de Antonio.
En “El musical acento de tu nombre” no hay un solo gramo de poesía circunstancial sino la inspiración renovada en el hecho cotidiano, en la vida.
Y de ahí parte Antonio Pastor Gaitero hacia una poesía cultivada, yo creo que preocupado por individualizar cada poema, con la argamasa de una materia poética amplia, variada y cuantiosa en un temario que gira sobre sí mismo como una emoción sostenida en un canto siempre en movimiento.
En este libro tampoco se encuentran vaivenes o desmoronamientos, sino la secular prolongación del lenguaje, temas y técnicas que siempre han caminado faenas sencillas, ya sean oceánicas familiares o surcos en las montañas amigas.
A Antonio Pastor Gaitero hay que reconocerle muchas cosas. Entre otras, que jamás trastoca el lenguaje en una sucesión de metáforas entrelazadas. Su poesía -la de este libro también- tiene un lugar destacado por la extrema sensibilidad, la pureza de las palabras, el ritmo y la musicalidad.
Tiene el poemario una construcción intelectual bien diseñada, que se corresponde con una concepción, tan apacible como impetuosa, de la vida sentimental.
Parece que en “El musical acento de tu nombre” no hay una alegría alborozada, pero está, aunque el propio autor no lo vea. Es lo que tiene ser un buen poeta: que entra en la poesía como Pedro por su casa.
Y esa alegría nos la trae el aire del libro a los ojos de los obreros.