COMPAÑERO DEL ALMA, COMPAÑERO
En “El musical acento de tu nombre” Antonio Pastor Gaitero moldea la poesía con la sabiduría tradicional de la costumbre, no tiene que recurrir a garabatos o geografías de liturgias exóticas, porque todo lo que escribe forma parte de su mundo, de nuestro mundo, del mismo mundo que es el mundo de todos, por eso resulta tan reconocible.
En este libro – como en toda su poesía – Antonio Pastor Gaitero cultiva una lírica amplia, variada, y cuantiosa que da vueltas en torno al poeta con una emoción sostenida siempre y con una oferta de retales carísimos, pero que él regala con una espontaneidad expresiva de tal calibre que nos parece estar escrita para cada uno de nosotros.
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El soneto: cuando Quevedo terminó su “Amor constante más allá de la muerte” con ese polvo enamorado (supongo que aquí y a estas horas podré decir polvo sin que me eche alguna. Porque me refiero, como Quevedo, al pulvis eris et in pulveren reverteris, es decir el gorigori, a la muerte) entonces yo aposté: después de leer el mejor soneto de amor de la historia, que no más sonetos.
Pero llegó García Lorca con sus “Sonetos del amor oscuro” y sobre todo apareció Miguel Hernández y tuve que recular y desdecirme. Y si me permitís un barbarismo, despensarme.
Y ahora llega Antonio Pastor Gaitero y vuelvo a creer en el soneto.
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Y también pienso en Antonio Pastor Gaitero, maestro de las tres dimensiones de un mismo sentimiento. Mientras cantaba Antonio, mimando la guitarra como si fuese una novia, a mí el corazón me hacía una jugarreta muy extraña: me acordaba un poquito del vigoroso desmayo de los cantautores argentinos que se fueron marchando llevándose el nombre de Atahualpa, Cafrune, Cabral y otros así. Probablemente sea una boludez de mi oído de esparto, qué se yo, porque uno no manda en lo que oye aunque otro diga lo que dice. Estuvo serratiano, tierno, sarcástico, hondo, epigramático, nostálgico, alegre, parlanchín, silencioso y hasta se permitió el lujo de mentirse a sí mismo diciendo que le llaman el triste de Coslada. Amos, anda, Antonio. Antonio Pastor Gaitero pasó por la noche de Madrid y nos dejó otro libro – La respuesta del espejo- y un incendio.
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Antonio Pastor Gaitero, CON NOMBRE PROPIO, es el labrador de más aire que con la saquita llena sobre el hombro y la cadera izquierda, va lanzando puñados de simiente con la otra mano para que cada grano caiga en su sitio que es el valle y no el cerro. Todo de modo natural, todo de modo magistral. Porque el mejor poeta no es el que protagoniza más estruendos sino el que nos hace temblar. Su paso es seguro, su memoria poética y musical, tan febril como inagotable. Y no hay miedo de perderse.
También la mar está llena de miles de barcos y los conoce. Sabe de dónde vienen y a donde van. Incluso si el destino de alguno es naufragar y quedarse. Sepan ustedes que están ante uno de los libros más emocionantes que he leído desde que me di al vicio. Así que hagan como yo: lean, escuchen y disfruten del mejor hablador de la música.
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ETCÉTERAS, MUCHAS.
Valentín Martín