Hay poetas que hacen crecer su poema al leerlo. Y hay poetas que a la vez de leer muy bien su propia poesía o la de otros, la cantan, con lo cual la suma de las tres cosas es una apología de los sentidos.
Es el caso de Antonio Pastor Gaitero, maestro de las tres dimensiones de un mismo sentimiento.
Mientras canta Antonio, mimando la guitarra como si fuese una novia, a la gente el corazón le hace una jugarreta muy extraña: se acuerda del vigoroso desmayo de los cantautores argentinos que se fueron marchando llevándose el nombre de Atahualpa, Cafrune, Cabral y otros así.
No se puede ser cantautor si el que canta y hace magia con la guitarra no es un depredador de la creación musical y literaria. Y Antonio Pastor Gaitero no solamente lo es, sino que lo es a su manera tan hermosa. Porque cuanto rasguea su guitarra y deja que vuele la sonoridad de su voz, nos transporta a la mejor tradición de los de grandes de antes y de siempre.
Para escuchar la personalísima profundidad de Antonio Pastor Gaitero hay que dejar los oídos limpios de sospechas, azuzar el silencio absoluto, y luego dejarse llevar por lo que canta y por lo que dice.
Antonio Pastor Gaitero es un magnífico poeta, canta con un intimismo que ensimisma, le gusta la magia y el ingenio de la charladuría, domina el escenario como los mejores juglares.
Antonio Pastor Gaitero es serratiano, tierno, sarcástico, hondo, epigramático, nostálgico, alegre, parlanchín, silencioso y hasta se permite el lujo de mentirse a sí mismo sonriendo a su sombra.
Antonio Pastor Gaitero pasa esta tarde de junio por Santa Inés y nos deja un incendio tranquilo.